Aprendiendo a gestionar emociones: del Artículo 33 al Emocionario

Un día llega y, en la puerta del cole, va y te suelta: “mamá, por favor, quédate aquí, déjame que entre solo, que soy mayor”. Y tú, que llevas varios años intentando educarle y enseñarle a gestionar sus emociones, te quedas con esa cara de estúpida pardilla en la puerta, preguntándote que quién te enseñará a ti ahora a gestionar las tuyas.

Hemos escuchado cientos de veces eso del famoso libro de instrucciones –inexistente, siento decirlo- para madres y padres, con las risas y absurdos que conlleva y con la cantidad de falsos manuales que te dan pautas, reglas, directrices y normas varias sobre el qué y el cómo con los hijos. No seré menos, reconozco haber leído todo lo que ha caído en mis manos: desde el “Duérmete niño”, pasando por tutoriales de estimulación temprana, hasta “Mis sentencias ejemplares” del gran Emilio Calatayud.

Y ¿qué te queda de todo ello? Hombre, supongo que aprender, leer y tomar notas nunca está de más, pero la realidad es bien distinta. Es como todos esos cursos que te ofrecen las multinacionales, esos organizados por los departamentos de “Recursos Inhumanos”, en los que te llevan 3 días de team-building a saltar y cantar, dejando aparcado tu trabajo que sabes se irá amontonando por minutos en tu mesa, junto a los emails sin responder y que, a la vuelta de los juegos y los estribillos corporativos, te toca quedarte una semana hasta pasada la media noche en la oficina si quieres ponerte al día. ¿Es útil el team-building? Pues sí, es posible que mejore el ambiente de trabajo y el sentido de pertenencia a la empresa, pero resulta que en esa semana llegando a las mil, tu pareja se ha ido a vivir con su madre y los niños ya no te conocen (modo irónico on).

Lo de las guías, libros y seminarios sobre educación son un poco lo mismo. Te lees el libro “Duérmete niño” en tu noveno mes de embarazo, quedándote por las noches para acabarlo y lo mismo tu hijo duerme como los ángeles y eres tú la única que te has quedado sin horas de sueño. O aprendes todo sobre estimulación temprana y resulta que tu hijo viene sobre-estimulado de fábrica y mejor te podrías haber leído el HOLA en ese tiempo. También están los que se empeñan en que su hijo toque el piano y a él lo que le motiva es la zambomba, con suerte de que no tenga el oído en los pies, y estés malgastando su tiempo y tu dinero.

El otro día me comentaba una amiga, con un marido súper deportista que, pese a que han intentado introducir a su hijo en varios deportes con todas las técnicas posibles (en equipo, en solitario; en polideportivo, al aire libre; por esfuerzo, por diversión…), resulta que al angelito no le gustan los deportes y que, si de extraescolares se trata, tomen nota, “el prenda” quiere ir a cocina y a clases de magia. Y con toda la razón, oiga, que cada cual tiene sus gustos, habilidades y apetencias.

En eso de gustos y apetencias, recuerdo que una estudió música porque no le quedaba otra. Ya sabéis, como se hacían antes las cosas en la vieja escuela: mis padres se sacaban de la manga aquella especie de Ley Orgánica “de Pater muy Señor Mío” en la que lo dejaban muy claro en cuanto decían “por el artículo 33”. Y estabas perdido. Ni idea de lo que decía el susodicho artículo, pero ninguna duda acerca de que aquello se cumplía por ley: por la de tu santo padre y tu bendita madre.

Los tiempos han cambiado, ahora los padres estamos más al día sobre técnicas pedagógicas y clases magistrales de psicología infantil. Se ha dado la vuelta de tal forma que los padres deben entender cualquiera que sea la circunstancia del niño. Todo son facilidades, flexibilidad, empatía y gestión de sus emociones de la forma más positiva.

No dudo de la opinión de los expertos, solo faltaría, pero debo decir que sí me inquieta tanto rollo “flower-power” en todo lo relativo a introducirlos en este mundo nuestro que, por cierto, nada que ver.

Arrieritos somos, como diría aquel; así que, como una más, ahí me voy manejando como aprendiz de madre, a medias entre lo que voy aprendiendo y lo que me dicta el sentido común.

Hoy mi hijo tenía claro que era su día, el día en el que ya se siente mayor para cruzar una puerta por sí solo, y no puedo ser yo la que se lo impida (una vez que el sentido común descarta peligros y funciona la sensatez, obviamente). Hoy he comenzado a gestionar el cambio, el del “destete emocional” y, para mi sorpresa, ha sido más fácil de lo que creía. Por algo dicen que los padres no solo debemos dar la vida, sino promover la libertad para vivirla.

En la vieja escuela no se daba mucho eso de la libertad para vivirla, y eso que tuve suerte de contar con una madre coraje que supo “dejarme ir” pese a que no estuvo nunca preparada para el “destete”.

Iremos viendo. Supongo que los peligros acechan y, pese a que no los descartemos, habrá que ir soltando riendas desde el sentido común (recordemos: el menos común de los sentidos).

Por lo pronto, aunque no esté demostrada su eficacia, sigo empeñada y ya he comprado el “Emocionario”, un libro que describe todas las emociones, que enseña cómo y por qué se producen. En teoría, es para niños. Los mayores, de esto, ya saben o eso dicen. Pero reconozco necesitar un buen repaso para, sobretodo, aprender a gestionar estas nuevas emociones: sin dramas, sin enfrentamientos y evitando cualquier torpeza por mi parte.

No sé si tú te conoces, identificas y diferencias bien tus emociones. El recorrido emocional de cada uno es único, desde luego, pero creo que la vida nos somete a diario a nuevos retos y que la curiosidad por ahondar en las emociones puede ayudarnos a gestionarlas. Dejadme entonces que siga aprendiendo con este “Emocionario” y os invito también a que probéis.

Publicado por

Clara Vega Lanza

Vivo en Madrid, pero nací y crecí en Gijón, estudié en Salamanca, pasé mis mejores veranos en Fuengirola y también he vivido en Roma, en Edmonton (Alberta, Canada) y en Houston (Texas, USA). En lo académico, soy Licenciada en Periodismo, Diplomada en Música, Master en Publicidad y Comunicación Empresarial, Postgrado en Marketing Communications y en Cooperación al Desarrollo. Sobre Responsabilidad Social, leo todo lo que cae en mis manos, disfruto e intento aprender, pero aún no forma parte de mi background académico oficial, que sí oficioso. También estudio el Grado de Trabajo Social por aquello del no aburrirse: sin prisa, por puro placer. En lo profesional, trabajé unos años como periodista pero tardé más bien poco en quebrantar mi propia voluntad para dedicarme a la Comunicación corporativa. Pero siempre me he sentido más periodista que comunicadora y más inquisidora que comprometida con el status quo. En lo familiar, encontré hace tiempo a mi compañero de vida. En 2009, subimos al barco a un nuevo tripulante y nuestro hijo supone, a día de hoy, la mayor y más difícil aventura de supervivencia. En lo personal, amante del mar (la foto de portada es una de mis “trincheras”) y de los viajes, me tomo la vida con humor aunque me paso con el sarcasmo, adoro la picardía y promuevo la acidez. Disfruto de la conversación como nadie, saboreo las tertulias con mi gente, defiendo las causas perdidas, atesoro a mis amigos y no me canso de seguir intentándolo todo porque, un día, la vida me dio una lección y me concedió esta segunda oportunidad para hacer miles de cosas, como esta de contar historias que debían de ser contadas. A punto de cumplir los 40, y no, no soy una tía moderna: no me he dado al running ni al electrofitness, confieso disfrutar más un whisky que el gintonic más chic, no salgo sin un retoque –o varios- frente al espejo, me canso antes del sushi que de la fabada, loca por los helados hasta en invierno y vibro más escuchando flamenco que cualquier otra música. Por lo demás, soy humana en demasía, procuro camuflar mi exceso de sensibilidad, vivo con tanta intensidad que me cuesta mantener la calma, cuento con una enfermiza tendencia a la verdad, aunque duela, y si hay algo con lo que realmente disfruto, es haciendo cosas por primera vez, como cualquier viaje a un nuevo destino o, por ejemplo, esta, la aventura de tener mi primer blog.

2 comentarios en «Aprendiendo a gestionar emociones: del Artículo 33 al Emocionario»

  1. Que interesante Clara, las emociones! Nos permiten o impiden seguir adelante… Bueno esforzarse en entenderlas, asumirlas y promover en niños y adultos su conocimiento!
    Emocionario, uno de los libros de base en mi trabajo!!
    Para padres de hijos futboleros existe «Valores de Oro» de la misma colección y que une a los míticos futbolistas de ayer y hoy para inculcar a los hijos valores imprescindibles, al margen de los goles marcados!!!

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  2. Hola Clara, acabo de ver tu blog y me ha encantado, que bien escribes, el rollo sarcástico me va me va me va, seguro que me hago fan que es lo que se lleva ahora…. Acabo de incorporarme de mi segunda baja de maternidad a esta guerra diaria de la conciliacion trabajo-familia y como es lógico al visitar el mundo de las redes sociales he visto tu nuevo proyecto y por supuesto no solo estamos para que tengamos mas de 3 cifras en contactos sino para apoyar las nuevas iniciativas y si son tan buenas como esta pues fenomenal.

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